La regencia de Espartero (1840-1843)

 

El carisma gracias al cual Espartero había alcanzado la regencia empezó a diluirse rápidamente desde el mismo momento en el que accedió al cargo. Por una parte, en la discusión parlamentaria sobre la conveniencia de una regencia personal o múltiple se impusieron los partidarios de que fuese el general quien asumiera el cargo en solitario (los llamados ayacuchos, puesto que eran militares que habían participado en la batalla de Ayacucho durante las guerras de independencia de las colonias americanas), lo que le valió la enemistad y desconfianza del otro bando. 


Además, el liberalismo progresista tampoco se mostró conforme con las formas expeditivas usadas por Espartero para mantener el orden público. Del mismo modo, se opuso a sus intentos de someter la prensa a censura, de controlar las milicias nacionales y de restringir las actividades de las sociedades obreras. El liberalismo moderado, por su parte, se vió apartado de los cargos públicos, y empezó a conjurarse para recuperar el poder político por la fuerza. Así, en 1841 tuvo lugar un pronunciamiento que alcanzó el objetivo de derrocar a Espartero. 


En Barcelona se generó otro frente de oposición al general progresista a raíz de las medidas económicas librecambistas impulsadas por el gobierno, que dañaba los intereses de la burguesía industrial. Además, en noviembre de 1842 la negativa a pagar unos impuestos de acceso a la ciudad degeneró en una fuerte algarada. Para pacificar la capital catalana, Espartero ordenó bombardear la ciudad desde el castillo de Montjuïc.


Totalmente cuestionado y sin apoyos reales, en julio de 1843 Espartero no pudo oponerse a la conspiración entre progresistas y moderados, que acabó sustituyéndolo por el militar liberal moderado Ramón María Narváez.

 


 

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